Me acuerdo de mis veranos de niña cuando hacia verdaderas excursiones por los jardines de los vecinos en busca de mariquitas.
Violeta estaba encantada con su tesoro y para mal de la pobre mariquita, no lo ha largado nunca hasta final de la tarde cuando por fin aceptó dejar la mariquita en las flores para que pudiera descansar en paz - nunca mejor dicho.
Pienso que podéis imaginar como quedó el pobre insecto al pasar toda la tarde entre las manos y dedos de mi hija de 3 años que ama con locura sus tesoros; fatal quedó sin querer entrar en más detalles.
Os dejo fotos de esta tarde de San Isidro en la que Violeta ha descubierto una mariquita en el jardin.
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